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Parábola del Amarilis (catalá)

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Els amarilis són plantes que fan una flor a l’any, a l’estiu. A l’hivern ténen una etapa de dormició durant la que el bulb es prepara per a dividir-se i posteriorment broten fulles allargades que es disposen en doble fila. Entrada la primavera, al centre d’aquestes fulles, creix una vara nua d’uns 30 centímetres. Ben a prop del solstici d’estiu, al final d’aquesta vara apareixen poncelles que serán flors. La flor de l’amarilis (amaryllis), de vegades apareix sola, sense fulles, esbelta al cap d’amunt de la vara que la sosté. Hi ha una varietat que surt de manera silvestre i d’on semblava no a ver-hi res, apareixen unes vares rosades precioses, és el Lliri de Santa Paula. Les amarilis tenen uns colors magnífics, com acostuma a passar amb totes les flors de totes les plantes. Delicats, vius, d’una sola tonalitat o barrejats entre vermells, taronges, rosats, blancs, grogs… Peró el més impresionant és com s’obren, com apareix la flor. De ser un puny, similar al bec apretat d’un gran ocell,

Abrazo de cabezas blancas

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Una amistad que data de los años 60, cuando César viajó desde Lima a Santiago de Chile a perfeccionar sus estudios de flauta con los hermanos Alberto y Fernando Harms Saa. En esta imagen los vemos en un escenario en el contexto del 38 Festival Internacional de Flautas de Lima, celebrado recientemente, donde César y Fernando se abrazan de manera emocionada. Un abrazo que además de gratitud y amistad entre ellos, es un aliento para entusiasmar a otros flautistas, especialmente los más jóvenes, a seguir en una profesión que entrega belleza, celebración, agrado y una gran fraternidad. Pero la profesión musical, es rigor, el músico tiene que aplicar mucha disciplina, varias horas diarias de estudio, aprender y manejar técnicas distintas, perseverancia, dedicación, organización del tiempo y maestros que guíen. El sonido tiene técnicas que comprometen respiración, postura, mucho estudio, puesta en escena, trabajo en equipo. Todo ello implica apertura personal y crecimiento interior. La inve

La lección de Don Isidro

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Don Ricardo es profesor y desde muy joven -este año cumple ochenta-ha ocupado cargos de gestión directiva, todavía hoy es asesor a tiempo completo para una red educacional. Su vida está en relación directa con acompañar a personas, actualmente más bien adultos, que ejercen la educación. Los fines de semana, vacaciones y tiempos de descanso, se retira a un campo en el que tiene algunos árboles y desde el que observa el mar, pero lo que más cultiva es el silencio con la “sole”, dice en broma, refiriéndose con una sonrisa a la soledad. Enviudó cuando sus tres hijos todavía eran chicos y se dedicó a ser padre y madre para ellos, así como de otros niños, niñas y jóvenes que como educador tenía a cargo. Disfruta mucho ir al campo, e incluso cuando van los hijos y nietos le gusta mucho tener un tiempo para escuchar el mar y ver los arbolitos, aunque, no los cuida él, sino que Don Isidro quien es su hombre de confianza. En unas vacaciones calurosas, Don Ricardo pensó que tenía que regar lo

Mirar y no ver

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Es posible que solamente con el título sea fácil adivinar de que se trata este relato. Intentaremos pues ir un poco más allá de lo obvio, que sería que muchas veces miramos sin ver. Es sabido que para ver mejor hay que abrir bien los ojos, que no siempre ocurre, pero... ¿será que es mejor no ver tanto?, podría suceder que en querer ver “mejor”, nos exigimos un control que acaba dificultando gustar de la simpleza y una lucha interior por ser más listos, para que no nos pasen gato por liebre, por confiar menos de los demás? ¿Qué pasa si simplemente prefiero mirar y sonreír?. ¿Sería esta una mirada risueña, acojedora, no juzgante?. A veces es más sabio optar por confiar. El camino sencillo que no contempla todas las variables, sino que se mantiene abierto, flexible, sin “miramientos”. Disfrutar de mirar, sin más. Como cuando estamos frente a una puesta o salida de sol. Solamente estar. Entra por los ojos la belleza, la luz, los colores, sin análisis, reflexión, opinión. Mirar no e

Te dono mi vulnerabilidad. Soy sepulcro. Soy corazón roto.

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Te dono mi vulnerabilidad Es todo lo que tengo, porque es lo que soy. Esa vulnerabilidad, es a su vez, mi fortaleza, mi motivo de levantarme todos los días, el brillo que mis ojos destellan, porque cada vez que tengo un logro es a fuerza de doblegarla. Soy vulnerable, soy también vergüenza. Vergüenza, si, la arrastro conmigo, donde quiera que estoy, lo que me hunde profundamente, aquello que detesto de mí, de mi historia, que quizá nadie conoce, pero vive debajo de mi piel, en el lugar más recóndito, acallado. El murmullo ciego de lo que no quiero de mi ser, pero también soy, de lo que descubrí que tengo y no es querible, que la sociedad quizá repudia y se ve feo. Eso me lo callo, lo guardo, lo niego, lo oculto, lo que no amo de mí. Pero también, lo que me desafía a seguir mejorando, a darle la vuelta y sanarlo, a buscar la perfección. Lo que no amo de mí, es sin duda, el mayor desafío a quererme cada día más. Soy sepulcro Somos limitados. El ser vivo es limitado, no solament

Aprendamos a ser para construir una sociedad nueva

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  En los debates políticos es frecuente engarzarnos en la defensa de las ideas y de los pesados poderes internacionales y nacionales. Tenemos información de cómo va el mundo, está muy a la mano, aunque no todo. Hacemos combinaciones mentales sobre el peso de la Historia, las ideologías, el precio de los productos brutos y los conflictos que esas combinaciones acarrean en el mundo. Nos explicamos desde la lógica, que pueda haber costos ecológicos, incluso de vidas humanas, asociados a ciertos intereses. Aunque ya no es sostenible la explicación de la guerra, por ejemplo, nos cuesta creer que podemos hacer algo frente a ella. No es que nos parezca bien, de hecho, no es así, sino que en las combinaciones lógicas hay lugar para tales situaciones. Vivimos en un sistema en que hemos llegado a convencernos de que la vida (la del planeta y sus habitantes), el equilibrio, la paz y el bienestar, es inferior y denotadamente despreciable, a los intereses (los obvios y poderosos intereses) “de otro

Aproximándome al indómito sur

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Curioso estar frente a un lugar donde el mar arrasó con todo, claro, hace doce años. Doce: tres por cuatro; doce: nueve y tres; doce: siete y cinco. Doce: un perro es anciano, un gato también. Un humano de doce, todavía es menor, requiere atención, aunque ya es muy autónomo y se cree adulto (sorry al lector no quiero ofender). También estos doce años de la Costa del Maule, en Chile, tienen que ser de cuidado, a la par de la exuberante fuerza de la vida, todavía hay muros y casas nunca más en pie. Quedaron ahí. Los carteles de evacuación en caso de tsunami están por todas partes para recordar que el mar se entra. Pero la normalidad abunda, como siempre, al día siguiente de la tormenta. Las gaviotas felices urguetean las orillas, llenas de pulgas de mar, machas y tantos moluscos que hacen su camino entre las arenas, como los juncos del humedal de Putú, suaves y fuertes a la vez, en esta porfía que tiene la vida de salir adelante. Y claro, así son las gentes de estos lados, fuertes, traba